viernes, 1 de julio de 2016

Porque necesitamos una confesión de Fe?


¿Acaso no es suficiente decir “Yo creo en la Biblia”? ¿Por qué necesitamos una confesión de fe?*

Es necesaria para promover la unidad de la iglesia.

Como bien señala Douglas MacMillan: “La unidad no comienza a nivel de estructura y de organización. Esta comienza más bien, con un compromiso de corazón a la verdad revelada por Cristo”. ¿Cuándo podemos decir que una iglesia está unificada? Cuando todos los miembros que la componen tienen un compromiso de corazón con la verdad revelada por Cristo. Es la verdad la que nos une. “¿Andarán dos juntos si no están de acuerdo?”, pregunta el profeta Amós (3:3); la respuesta obvia es: ¡Por supuesto que no!

No podemos tener unidad con personas que niegan la inspiración de la Escritura, o la divinidad de Cristo, o la salvación únicamente por gracia por medio de la fe. La verdad es esencial para que haya unidad. Por tanto, es necesario para promover la unidad que podamos declarar en una forma precisa y ordenada, qué nosotros creemos que la Biblia enseña acerca de los temas más importantes. Decir “yo creo en la Biblia” no es suficiente.
Un escritor afirmó en una ocasión lo siguiente: “Para arribar a la verdad debemos deshacernos de los prejuicios religiosos. Debemos dejar que sea Dios quien hable. Nuestra apelación es a la Biblia para obtener la verdad”. Esa frase suena bien, y no tiene nada de malo en sí misma; sin embargo, esta declaración aparece en el libro “Sea Dios Veraz” de los Testigos de Jehová. Cuando preguntamos a un miembro de esta secta herética: ¿Qué tú crees acerca de Jesucristo, o del infierno, o de la salvación? Entonces veremos que él no cree lo que nosotros creemos.

Cuando en el siglo IV surgió la enseñanza de Arrio negando la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, fue necesario que la iglesia redactara un documento sobre su posición al respecto. Y así surgió el famoso credo Niceno. En ese sentido las herejías que surgieron al principio de la historia de la iglesia obraron para bien, porque obligaron a la iglesia a definir lo que ellos creían.

Supongamos que un individuo ha comprado una casa en un sitio muy seguro, tan seguro que él ha decidido no ponerle verjas alrededor de su terreno. Pero un día alguien compra el terreno colindante, y ahora dice que hay un metro de su terreno que en realidad no le pertenece. ¿Qué debe hacer el individuo de nuestra historia? Ir a Catastro, buscar su título de propiedad y establecer claramente los límites de su terreno.

Algo similar ocurrió con la iglesia primitiva. Ellos creían en la inspiración de las Escrituras, y que Cristo era Dios hecho hombre. Pero se vieron obligados a definir con precisión estas doctrinas cuando se sintieron amenazados por las herejías.

Una iglesia puede tener una estructura externa unificada, pero si los miembros que están en ella mantienen opiniones distintas respecto a los asuntos esenciales de la fe cristiana, tal iglesia en realidad está dividida.

Es necesaria para la proclamación y defensa de la Verdad.

La Escritura nos dice que la iglesia tiene la responsabilidad de proclamar y defender la verdad (1Tim. 3:14-15). Y para ello es necesario que defina con precisión lo que cree acerca de las doctrinas más importantes. Por eso Pablo encomendó a Timoteo: “Retén la forma de las sanas palabras que de mí oíste” (2Tim. 1:13; comp. Judas 3Fil. 1:27). La confesión de fe es una declaración pública acerca de nuestra fe. De ese modo los demás pueden saber dónde estamos, y nosotros podemos saber dónde están ellos.

Es necesaria para el mantenimiento del orden en la iglesia.

¿Cómo podremos mantener el orden dentro de la iglesia si no podemos definir lo que creemos? Una persona puede venir a nosotros, y afirmar que desea ser miembro de nuestra iglesia. Pero, ¿cómo podemos juzgar si la fe de esa persona es de acuerdo a la nuestra si no poseemos ninguna declaración escrita de nuestras doctrinas? O ¿cómo podría esa persona juzgar si nuestra iglesia es doctrinalmente apropiada para ella si no podemos declarar en una forma precisa y ordenada qué es lo que nosotros creemos?

Hablar acerca del amor y la unidad suena políticamente correcto, pero ¿cómo podríamos trabajar juntamente con personas que niegan la soberanía de Dios en la salvación? ¿O con pelagianos, que niegan la total depravación del hombre? ¿O con unitarios, que niegan la trinidad? ¿Cómo puede una iglesia caminar hacia una misma meta, o tener una misma mente y un mismo corazón cuando los miembros están divididos en cuanto a aspectos tan esenciales de la fe? (comp. 1Cor. 1:10).

Como alguien dijo una vez: “Una iglesia que carezca de una confesión de fe padece de una especie de SIDA teológico”. No podrá luchar eficazmente contra todos los errores que nos circundan.

Escribiendo a los Romanos, Pablo les advierte, en Rom. 16:17: “Mas os ruego, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos”. Pero ¿cómo podremos cumplir ese mandato si no tenemos una idea clara y precisa de lo que creemos?

Es necesaria para evaluar a los ministros de la Palabra.

La Escritura nos dice que los ministros de la Palabra deben ser fieles a la enseñanza apostólica (comp.2Tim. 2:23:10Tito 1:9). También se nos manda evaluar la sanidad de los maestros que vienen a nosotros (1Jn. 4). Es una irresponsabilidad que un pastor permita que un hombre enseñe a su congregación si no está seguro de lo que ese hombre va a predicar en la iglesia.

Pero si nosotros no sabemos lo que creemos, ¿cómo podremos evaluar al que nos va a traer la Palabra? ¿Cómo podemos estar seguros que ese hombre no va a decir algo en el púlpito que afecte la vida y el alma de nuestros hermanos? El Señor alabó a la iglesia de Éfeso por el cuidado que tenían en ese sentido (Ap. 2:2). Esta iglesia no dejaba que cualquier persona enseñara. Y nuestro Señor vio ese cuidado con buenos ojos.

Es necesaria para darnos un sentido de continuidad histórica.

¿Cómo podremos saber si nosotros no somos una especie de anomalía histórica? En el caso particular de nuestra iglesia, nuestra confesión de fe fue escrita hace más de 300 años (La Confesión de Fe Bautista de Londres de 1689), y ésta a su vez se adhiere al testimonio general que la iglesia de Cristo ha mantenido durante todos los siglos que nos han precedido como una sana expresión de la fe.

La Iglesia de Cristo tiene 20 siglos de historia y nosotros no podemos desligarnos de ese pasado. Hay dos características primordiales que distinguen a una secta: hacen hincapié en algunos puntos distintivos por encima de todo el consejo de Dios; y en segundo lugar, claman ser los descubridores de una verdad que la Iglesia nunca había visto en el pasado. Por eso son alérgicas al estudio de la historia de la Iglesia y a las Confesiones de Fe históricas. Debemos sospechar de todo ministerio que clame haber descubierto algo que nadie vio en 20 siglos de cristianismo.

No es que una doctrina sea verdadera por ser antigua. No. Una doctrina es verdadera sólo si es la enseñanza de la infalible Palabra de Dios. Pero debemos recordar que el Espíritu Santo no comenzó a guiar a los cristianos en el siglo XX. Tenemos un largo pasado que debemos conocer.

Eso de ningún modo elimina la necesidad de nuestro propio quehacer teológico, porque es indudable que la Iglesia de cada generación tiene que enfrentar sus propias luchas y retos. Pero al hacerlo, debemos cuidarnos de no echar por la borda la labor de 20 siglos de historia.

* Debo reconocer por justicia que al escribir este artículo estoy en deuda con Bob Martin y su introducción al comentario de la Confesión de Fe Bautista de Londres de 1689, escrito por Sam Waldrom.

Por Sugel Michelén


miércoles, 6 de abril de 2016

La locura de la Cruz. Walter Jolón

El Evangelio a través del paso de los siglos ha venido mutando, cambiando; los hombres lo han acomodado a los gustos y necesidades de la gente, a tal punto de que ahora todo es motivacional, positivismo, muchos ministros han convertido el evangelio en mercantilismo. Todo a gusto del cliente.
Recordemos que todo evangelio manipulado es un falso evangelio, es anatema, maldito.
Muchas personas ahora son fácilmente ofendidas cuando escuchan una confrontación a su forma pecaminosa de vivir.
Para muchos un mensaje de más de media hora es muy aburrido, muchos quisieran estar solo en el tiempo de la “alabanza y la adoración”.
Pero por la gracia y misericordia del Señor, aún hay un remanente que se mantienen en la verdad. Sus convicciones están intactas, no predican un evangelio acomodado ni antojadizo.
Ese es el Evangelio que debemos predicar, que aunque parezca duro y ofensivo es el evangelio que salva las almas de los hombres.
Un hombre podrá darse cuenta que los deleites temporales que pueda perder en la tierra no se compararían jamás a la Vida Eterna que Cristo puede otorgarle por medio de su arrepentimiento y su nuevo nacimiento.

“25 Pues ¿qué aprovecha al hombre, si gana todo el mundo, y se destruye o se pierde a sí mismo?”
Lucas 9.25, RVR60

“18 Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios.19 Pues está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios, Y desecharé el entendimiento de los entendidos. 20 ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? 21 Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación. 22 Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; 23 pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; 24 mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios.”

“25 que deshago las señales de los adivinos, y enloquezco a los agoreros; que hago volver atrás a los sabios, y desvanezco su sabiduría.”

¿Por qué la palabra de la cruz se convirtió en locura para los que se pierden?

Por el significado de la cruz.
El uso de la cruz tuvo su origen en los persas, asirios, cartagineses, fenicios y egipcios.
Al principio se utilizaba un solo madero.
El uso de la cruz como castigo fue adoptado por los griegos y romanos quienes modificaron el uso primitivo del madero añadiéndole un madero transversal (patibulum).
Tipos de cruces:
  • La griega o de brazos iguales como en forma de “+”.
  • La decusata andreana o de aspa como en forma de “X”.
  • La crux commisa o antoniana que semejaba una letra “T” y consistía en un madero vertical con una vara que cruzaba en la parte superior.
  • La cruz latina o crux immisa con el madero atravesado cerca de un tercio más debajo de la posición superior.
Este fue el tipo de cruz donde crucificaron a Jesús por cuánto permitía mejor que las otras la fijación, en la parte superior, el nombre, el título, y el crimen del reo.
“37 Y pusieron sobre su cabeza su causa escrita: ESTE ES JESÚS, EL REY DE LOS JUDÍOS.”
Mateo 27.37, RVR60

El rótulo de la cruz de Cristo únicamente llevaba el nombre y el título porque Pilato no encontró crimen o delito alguno en Él.

¿Quiénes morían crucificados?
Morir en la cruz era una forma horrible de pena capital.  La crucifixión era una forma de ejecución repugnante, denigrante, reservada para lo peor de la sociedad.  Los romanos veían a cualquier crucificado como digno de absoluto desprecio. Usaban la cruz solo para la escoria, para los humillados, para los más bajos de los más bajos.

La locura
Morir crucificado era un insulto degradante, y la idea de adorar a un individuo que había muerto crucificado era absolutamente inimaginable e inconcebible.  Hoy no vemos que crucifiquen a nadie como en el siglo I es por eso que de alguna forma el impacto de la crucifixión se pierde para nosotros.

Los judíos demandaban señal, esperaban algo espectacular, grandioso, sobrenatural que identificara al Mesías prometido. No les bastaban los milagros que Jesús hacía, ellos buscaban un súper milagro que todos pudieran ver y decir “Esa sí es la señal”

Los griegos buscaban sabiduría a través de algún conocimiento filosófico, una idea elevada, una experiencia fuera del cuerpo.
Los judíos querían señal y los griegos querían sabiduría. Dios les dio exactamente lo contrario.  Los judíos recibieron un Mesías crucificado: escandaloso, blasfemo, hiriente, increíble. Para los griegos que buscaban conocimiento, algo elevado ver a un Dios creador del universo crucificado era una insensatez.

El proceso de la crucifixión
Empieza con los azotes.
Hay un poste de aproximadamente 60 centímetros, las muñecas son atadas a unos anillos de hierro con firmeza.
Romanos profesionales son asignados para llevar a cabo el castigo, el flagelo romano, un látigo con mango corto con varias cadenas finas de hierro que terminaban en pequeños pesos.
El arte de azotar también se conocía como la “pre-muerte”, que precedía a la “gran muerte”: la crucifixión.
El primer azote empieza cortando el viento y golpeando la espalda y los hombros, despellejando a un hombre vivo.
Con cada azote con el flagelo el cuerpo de la víctima se estremece por el dolor, hay dolor más allá del propio dolor.
La ley hebrea permitía un máximo de 39 azotes.
La única norma para los romanos era dejar vivo al preso, dejarle un soplo de vida para afrontar la agonía de la cruz.
Únicamente la pérdida de conciencia sería un alivio para el azotado.
El cuerpo de la víctima es despegado del poste, sus heridas eran limpiadas mas no desinfectadas.
El siguiente paso era el camino hacia la ejecución.
El condenado debía cargar con su propio instrumento de muerte.
A los políticos romanos les encantaba mostrar cómo condenaban a los hombres. La lenta y larga procesión a lo largo de las calles públicas fue diseñada para servir como advertencia a otros.
Normalmente, un centurión era asignado como el verdugo o carnifex (carnicero) servorum (siervo).  Ejecutor público de Roma que ejecutaba personas de los niveles más bajos.
Mientras cuatro soldados sujetaban al prisionero, el verdugo colocaba un clavo de aproximadamente 13 cms. en la palma de su mano. Con un golpe hábil lograba que el clavo atravesara el patibulum, cuatro o cinco golpes más lo aseguraban en la áspera madera. Hacia lo mismo para la otra mano.
Una pequeña pieza saliente, similar a un cuerno de rinoceronte llamada “sedile” se colocaba en la entrepierna. Esta servía para quitarle peso de las manos del condenado.
El siguiente paso era clavar los pies.
Todo era oscuridad y dolor, dolor y oscuridad.
El dolor en la espalda, las manos, los pies y la entrepierna era insoportable, punzante e interminable.
El dolor va en aumento, se multiplica, se acumula, no hay respiro.
La cruz se plantaba de forma que la luz del sol penetrara en la mayor medida en los ojos del prisionero.
Es una escena macabra.
Abajo, la multitud espera curiosa, fascinada por la tortura. La escena se desarrolla lentamente.
En la cruz yace la víctima totalmente desnuda.
Es un acto absolutamente obsceno. Un espectáculo público. Una vergüenza.
Empieza la sed, los labios están secos, la boca agrietada, la sangre caliente, la piel quema.
Se niega el agua.
A los pies de la cruz, el escuadrón de la muerte bebe en presencia del moribundo para atormentarle más. La luz del sol se postra directamente a los ojos del crucificado. La lengua se espesa. Lo que era saliva ahora se convierte en algo parecido a la lana. Las manos y los pies empiezan a hincharse. El “sedile” se clava en las partes innombrables. Resulta difícil girarse o cambiar de posición. Los músculos empiezan a engarrotarse.
El verdadero horror solo acaba de empezar.
Uno a uno los músculos empiezan a acalambrarse. No hay forma de librarse, los calambres se extienden a los hombros y el tórax, también alcanzan el abdomen.
Después de dos horas en la cruz, todos los músculos del cuerpo están engarrotados y la agonía cada vez es más intensa. Los hombres gritan hasta volverse locos.
El dolor y los síntomas son similares a la enfermedad del tétanos (violentas contracciones musculares continuas provocadas por una bacteria).
El hombre, ni con toda su inteligencia, ha podido concebir muerte como la del tétanos con la contracción lenta y continua de cada musculo del cuerpo.
La muerte por crucifixión alarga la agonía tanto como sea posible.
Cada hora es una eternidad.
Hay moscas, insectos y se oyen los aullidos de los perros por el olor de la sangre que penetra sus orificios nasales. Aves carroñeras en el cielo, vuelan en círculos cada vez más bajos.
Las oraciones parecen una burla, solo queda orar o maldecir.
Con el transcurso de las horas los vasos sanguíneos que alimentan los nervios se aprietan y con la falta de circulación empieza a notarse la sensación de parálisis.
En la cruz nunca llega el final de la agonía, solo cambia el tipo de sufrimiento y el dolor.
Con el paso de las horas los soldados tratan de acelerar la muerte. Empiezan a romper los huesos. Con la ayuda de una escalera, un experimentado legionario se subía para destrozar el fémur izquierdo y derecho del prisionero con un mazo.
Estas son nuevas formas de dolor.
¿Podría existir un dolor más intenso del que estamos describiendo?

“13 Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero),”

 Este es el significado de la crucifixión.
La cruz es sinónimo de muerte.

“23 Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. 24 Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará.”

La cruz puede ser locura para nosotros mismos. Cuando Jesús hablaba de cruz, la gente de esa época no podía más que pensar en muerte, humillación y vergüenza.
Para los judíos y griegos se convirtió en locura porque no entendieron el significado de la palabra de la Cruz.
Y eso mismo ha estado pasando en la iglesia hoy en día, la cruz es locura para nosotros mismos.
Esperamos alguna señal como los judíos para poder servirle.

Si la señal no viene, nos desesperamos y nos vamos:
  • no veo lo que me ofrecieron,
  • no veo las grandes bendiciones que he estado esperando
  • no veo resultados
  • creo que Dios ni existe
  • por gusto vengo a la iglesia, los que no vienen si prosperan y yo no
  • no hay respuesta a mis oraciones
Esperamos poder conocer y entender al igual que los griegos qué es lo que Él quiere hacer cuando nos viene una prueba.

Buscamos conocimiento sin Presencia.
Debemos de cuidar lo que decimos o esperamos del Señor porque eso puede detener nuestro discipulado. Las señales ya fueron hechas, la sabiduría de Dios ya fue revelada en Cristo.  El problema de nuestra falta de entendimiento de la voluntad de Cristo puede ser porque aún estamos metidos en la esfera del falso evangelio.
Probablemente creímos un evangelio que nos ofrecía comodidades, salud, dinero, fama, bienes materiales, etc.  Si nuestra vida cristiana aún está en esa esfera del falso evangelio seguramente ese mismo evangelio falso vamos a estar enseñando.
Debemos volver al evangelio verdadero. El verdadero evangelio es sufrido, es sangriento, ataca de forma directa al pecado para obtener como resultado la confesión y el arrepentimiento genuino de hombres y mujeres porque fueron atraídos por un evangelio genuino, bíblico.
El verdadero evangelio es:
  • Destructivo, destruye las obras del diablo y las deshace
  • Sufrido, la persona humana queda relevada por la persona de Cristo
  • Ofensivo, incomoda a los hombres y mujeres que viven en pecado
  • Salvador, ofrece una alternativa a la condenación en el fuego eterno, ofrece la Vida Eterna.
Una mayoría no ha comprendido la dimensión de las condiciones que pone Jesús para poder ser su discípulo.
  1. Negarse a sí mismo
  2. Tomar su cruz cada día
  3. Seguirlo
Tomar la cruz consiste en dejar todas nuestras comodidades, es auto crucifixión, auto negación.
En el original griego “negarse” significa “rehusar asociarse con”.
La idea es que si uno quiere ser discípulo de Cristo y recibir perdón y vida eterna, debe rehusar asociarse ¡con la persona que uno mismo es!
Es dejar todos nuestros planes personales a un lado.
Seguir a Cristo puede incluso provocar serios problemas en el hogar, tal vez los problemas serán peores en lugar de mejorar y aun así estar dispuesto a seguirle.
Es dejar de seguir las riquezas terrenales por seguir una riqueza mayor que es Jesucristo.
Tomar la cruz incluso es estar dispuestos a soportar la humillación, la burla, la crítica, el rechazo de amigos o compañeros de trabajo.  Tomar la cruz es estar dispuestos a soportar el escarnio de la gente: que nos llamen hipócritas, fanáticos, charlatanes, etc.
Tomar la cruz es tener derecho a la corona de Cristo.

¿Será este el mensaje del evangelio moderno?
Definitivamente no.
La palabra auto negación ha desaparecido del evangelio moderno. El solo hecho de mencionarla pareciera una ofensa, una palabra desagradable.
  • La gente no quiere escuchar más sobre santidad,
  • La gente quiere saber cuál es la solución a sus problemas familiares, financieros,
  • Cuál es la fórmula para tener dinero,
  • Cómo puedo pagar mis deudas
  • Cómo puedo obtener la felicidad sin tanto esfuerzo y sacrificio.
Todo aquel que tome la cruz está dispuesto a perder la vida.

La auto negación consiste en:
  1. Estar dispuestos a descartar nuestros bienes terrenales
  2. Negarnos a los deseos mundanales
  3. Negarnos incluso al derecho de la vida y entregar nuestra vida, si fuera necesario
  4. Someternos a Su voluntad
  5. Seguirlo a donde quiera que nos pida que vayamos
La senda que Jesús seguía era la senda de la persecución y la muerte.

La pregunta es
¿Aún estamos dispuestos a seguirle?

¿Qué haríamos en caso de una calamidad, una tragedia?
Es una pregunta difícil, seguramente dura.

¿Qué estamos dispuestos a soportar por amor a Él?
“24 De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto.”
Juan 12.24, RVR60

Si el trigo no cae y muere, queda solo.
Pero si muere, lleva mucho fruto.

Lo que sufrimos primero que nada es la muerte de:
  • Todas las esperanzas
  • Todas las ambiciones
  • Todos los deseos
  • Todos los anhelos
  • Todas las necesidades humanas
“13 Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; 14 porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.”

“23 Y alguien le dijo: Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y él les dijo: 24 Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán.”

¿Por qué es tan difícil entrar?
El problema es la importancia propia, es la realidad que reina en la condición humana caída: El hombre es el amo de su propia alma, capitán de su propio destino, monarca de su propio mundo.

“33 Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.”
Lucas 14.33, RVR60

El costo de seguir a Jesús
Así que si queremos seguir a Jesús, nos costará absolutamente todo.
  1. Quizá el Señor no nos quite la vida físicamente
  2. O no nos quite nuestro dinero
  3. No nos quite nuestra familia ni a nuestro cónyuge
  4. Tal vez no nos quite nuestro trabajo
Pero debemos estar dispuestos a dejarlo todo, si eso es lo que Él pide.
Una iglesia que predica la Cruz debe ella misma estar marcada por la Cruz.

La oración de un hombre santo
“Señor, alto y santo, manso y humilde, hazme aprender por la paradoja de que el camino hacia abajo es el camino hacia arriba, que ser humilde es ser elevado, que el corazón quebrantado es el corazón sanado, que el espíritu contrito es el espíritu que se regocija, que el alma arrepentida es el alma victoriosa, que no tener nada es poseerlo todo, que llevar la cruz es tener la corona, que dar es recibir. Hazme hallar tu luz en las tinieblas, tu gozo en mi tristeza, tu gracia en mi pecado, tus riquezas en mi pobreza, tu gloria en mi valle, tu vida en mi muerte.”
¿De qué fuimos salvados?
¿Por qué fuimos salvados?
¿Para qué fuimos salvados?
Dios le dio propósito a Su hijo. Él lo cumplió en la cruz. Dios nos ha dado propósito, al igual que el Hijo de Dios, debemos cumplirlo.
El Evangelio es la Palabra de la Cruz.

"Delante de la cruz los ojos míos,
Quédense, Señor, así mirando,
Y, sin ellos quererlo, estén llorando
Porque pecaron mucho y están fríos.
Y estos labios que dicen mis desvíos
Quédense, Señor, así cantando,
Y, sin ellos quererlo, estén orando
Porque pecaron mucho y son impíos.
Y así con la mirada en ti prendida,
Y así con la palabra prisionera,
Como la carne a tu cruz asida,
Quédese, Señor, el alma entera,
Y así clavada en tu cruz mi vida,
Señor, así, cuando quieras, yo me muera".

Autor: Walter Jolón

lunes, 21 de marzo de 2016

10 Principios prácticos sobre la Ofrenda

El tema del dinero es muy delicado. Fácilmente podemos caer en dos extremos. Por un lado, la idolatría. La Palabra de Dios nos advierte seriamente sobre el amor al dinero, que es raíz de todos los males (1 Ti. 6:10), y sin embargo vemos en ciertos contextos —aún en ciertas iglesias— que tan solo se habla del dinero. Qué triste es comprobar que hay líderes religiosos más preocupados por lo que sus feligreses tienen en la cartera que por lo que tienen en el corazón. Debemos de tener cuidado con la avaricia, pues el amor al dinero es idolatría (Co. 3:5). Pero el otro extremo es igualmente triste: la negligencia. No podemos cerrar los ojos ante este tema, porque el dinero es un tema importante, y el Señor Jesús habla varias veces sobre nuestro uso de los bienes materiales. Hemos de confiar en Dios, nuestro proveedor, y hemos de ser buenos mayordomos de todo lo que Él pone en nuestras manos.

¿Cómo podemos entonces tener una visión bíblica del dinero? ¿Qué principios podemos seguir para saber cómo agradar al Señor con nuestras ofrendas? Veamos 10 principios prácticos de forma muy resumida:

1. Todo es del Señor

En ningún momento pienses que “le estás haciendo un favor a Dios” con tus ofrendas. Todo es suyo. Tú casa, tu coche, tu familia, tu dinero y tu vida. Pero Él es tan generoso, que todo lo que es suyo deja que lo llames “mío”. Cuando ofrendamos, no hacemos más que darle al Señor una pequeña parte de lo mucho que Él nos da.

2. La ofrenda es algo espiritual, no material

No se trata de ofrendar simplemente para cubrir los gastos de la iglesia. Nuestro uso del dinero expresa las prioridades de nuestro corazón. Usamos el dinero en aquello que nos interesa, aquello que amamos, o creemos que es importante. ¿En qué inviertes tu dinero? ¿Libros, pasatiempos, deporte, dulces, ropa? ¿Qué prioridad tienen las cosas del Señor en tu vida? ¿Qué importancia le das a la iglesia local y a la extensión del Reino? El presupuesto mensual es un reflejo de lo que está en nuestro corazón.

3. Ofrenda para el Señor, no para los hombres

La ofrenda es una forma más de expresar nuestra devoción hacia el Señor. En la iglesia que pastoreo en Barcelona, tenemos la costumbre de ofrendar usando un buzón en la sala de cultos, de modo que el creyente pueda ofrendar de forma privada y habiendo meditado delante de Dios. La oración, la lectura de la Palabra, o la ofrenda, son aspectos de nuestra adoración al Señor. Eso quiere decir, lamentablemente, que corremos el peligro de descuidar las ofrendas así como corremos el peligro de descuidar nuestra vida de devoción privada. Pero recordemos que el hecho de que solo Dios vea qué ofrendamos, no hace las ofrendas algo menos importante, sino todo lo contrario.

4. No ofrendes para que Dios te dé; ofrenda porque Dios te ha dado

El mal llamado “evangelio de la prosperidad” presenta el ofrendar como una forma de “negociar con Dios”. Algunos dicen “ofrenda, para que Dios te bendiga”, otros dicen “ofrenda, o Dios te castigará”, y usan algunos pasajes fuera de contexto para justificarse. Recordemos que en el Antiguo Testamento las bendiciones materiales eran sombra y figura de las bendiciones espirituales bajo el Nuevo Pacto. Hoy, Cristo es nuestra Tierra Prometida y todas las bendiciones celestiales las tenemos en Él (Ef. 1:3). No creemos que debamos ofrendar “para que Dios nos bendiga” sino al revés. Ofrendamos, porque Dios nos ha bendecido. ¿Te ha dado algo el Señor? ¿Tienes sustento y abrigo? ¿Dios provee para ti cada día? Nuestras ofrendas no son para “negociar” con Dios, sino una muestra de nuestra gratitud y devoción por su bondad y generosidad con nosotros.

5. Ofrendar es un privilegio

Hay causas muy nobles en las cuales vale la pena invertir dinero, pero no hay causa más excelente que la obra de la extensión del evangelio. No es de extrañar que haya creyentes que hayan ofrendado mucho para el avance del Reino. Vale la pena. Quien ha encontrado el tesoro escondido, ya no tiene el mismo apego a las cosas terrenales. Si Dios entregó lo más precioso, su Hijo, y el Hijo entregó lo más precioso, su vida, el cristiano es por naturaleza alguien que da generosamente porque ha sido objeto de la generosidad de Dios y desea que muchos más escuchen del camino de salvación.

6. Ofrendar es una responsabilidad

En algunos casos Dios ha usado a los incrédulos para proveer para su causa, como cuando los egipcios entregaron el oro a los hebreos. Pero en general, ese no es el caso. Los creyentes son los que con sus ofrendas envían misioneros, sostienen a sus pastores, construyen sus iglesias, etc. El apoyo de cada iglesia local es una responsabilidad de los miembros que la componen. El creyente puede ofrendar de muchas maneras, y a muchos lugares, pero nunca debiera de obviar esta responsabilidad principal con su propia iglesia.

7. Ofrenda con generosidad

No se trata de debatir si hemos de dar el diezmo, o más, o menos. En el Antiguo Testamento el diezmo era parte de la ley, y no había uno sino varios diezmos (Dt. 26:12-13). Normalmente, quien cuestiona el diezmo no es porque quiera ofrendar más. El diezmo ha quedado para nosotros como una medida de lo que ofrendar, no una imposición. Hay momentos en los cuales no nos es posible dar el diezmo, y otros momentos en los que el diezmo será muy poco. Cada uno ofrende “según haya prosperado” (1 Co. 16:2). En el Nuevo Pacto la ofrenda obedece a principios espirituales, y debe ser generosa, en amor, y con gozo, porque la ofrenda brota de la actitud de adoración de un corazón agradecido, y está expresando nuestra dependencia de Dios (Lc. 21:3-4).

8. La ofrenda es una inversión espiritual

En 2 Corintios 9 el apóstol Pablo da instrucciones sobre cómo ofrendar. En el v.6 escribe “El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará”. Todos queremos ver pecadores venir a Cristo, y bautismos, y nuevas iglesias, y el evangelio llegando a todas las naciones, pero para segar es necesario sembrar. Dios usa el esfuerzo, el tiempo, y las ofrendas de los creyentes para traer fruto espiritual en su tiempo. No veamos las ofrendas como dinero perdido, sino como dinero invertido en una causa con implicaciones eternas.

9. Ofrenda con gozo

Nos recuerda también 2 Co. 9:7 que hemos de ofrendar “no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre”. Recuerda, que la ofrenda es parte de tu culto al Señor. ¿Acaso cantas enfadado, y oras con fastidio? ¡Claro que no! Pues tampoco ofrendes con tristeza. Que aquello que decidas ofrendar sea con alegría y gratitud en tu corazón, porque no solo ofrendas dinero. La mejor ofrenda que los magos trajeron a Belén no fue el oro, ni el incienso, ni la mirra, sino la actitud de verdadera adoración (Mt. 5:23-24).

10. Ofrenda medidamente

De nuevo 2 Corintios 9 expresa claramente “Cada uno dé como propuso en su corazón”. La ofrenda no se debe improvisar el domingo, rascando en el bolsillo a ver qué encuentro. Cuando el dinero llegue a tus manos, ya sea el salario, o un regalo, o una herencia de tu bisabuelo, decide en oración delante del Señor qué hacer con ello. ¿Vas a ofrendar? ¿Cuánto? ¿Tienes la actitud correcta en tu corazón? Y según hayas meditado, prepara tu ofrenda para llevarla el domingo. En el caso de aquellas familias donde haya varios salarios y una sola administración, la familia debe decidir junta qué van a ofrendar. En el caso de ser el único creyente en casa, decide qué vas a ofrendar con el consentimiento de tus padres, o de tu esposo, o de tu esposa. Seamos sabios, y recordemos que todo es de Dios.

“De Jehová es la tierra y su plenitud; El mundo, y los que en él habitan. Porque él la fundó sobre los mares, Y la afirmó sobre los ríos”. (Sal. 24:1-2)

Autor: David Barceló es pastor de la Iglesia Evangélica de la Gracia en Barcelona, España, desde sus inicios en el año 2005. Ha participado en varias conferencias en varias ciudades de España y Latinoamérica. Felizmente casado con su esposa Elisabet, son padres de cuatro hijos, Moises, Daniel, Elisabet y Abraham.

Fuente: Tomada de la pagina Soldados de Jesucristo

jueves, 17 de marzo de 2016

Nuestra Historia


La historia de la Iglesia Bíblica de Jesucristo de Cali, empezó a escribirse muy recientemente, el domingo 24 de enero de 2016, bajo la voluntad de Dios con el propósito de restaurar a los creyentes que hemos pasado por diferentes congregaciones y enseñas de falsas dotrinas que dividen el pueblo de Cristo.

Nuestro enfoque es totalmente Bíblico con el fin de recuperar la fe verdadera que nos permite fundamentarnos en el cuerpo de Cristo para cumplir su mandato segun la palabra de Dios que se encuentra en Mateo 28 19:20

19 Id, pues, y haced discípulos de[a] todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, 20 enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado; y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin[b] del mundo

El Pastor Freddy Valencia de la ciudad de Cali inicio la Iglesia como respuesta al llamado que recibió a través del Espíritu Santo y consciente de su don pastoral y de enseñanza y frente a la necesidad latente de expandir el ministerio biblico a mas personas en Cali.